Jorge Palom

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La mujer del Chandal

Algunas veces, cuando no hacemos mucho caso de los cantantes en el Mediterráneo no es porque canten mal o porque no nos gusten las canciones que interpretan, es que estamos inmersos en conversaciones apasionantes y de gran contenido intelectual y filosófico como la que transcribo a continuación.

 

-El chándal es la prenda de vestir asexual por excelencia –dice Paco- una falta de buen gusto y sensibilidad, y un atropello al erotismo. Especialmente perversa es la mujer de chándal, que lo lleva puesto en todo momento, y no precisamente para hacer deporte.

 

-¿Dé que habláis? –nos interrumpe una amiga que se apunta espontáneamente a la tertulia- De la mujer de chándal- prosigue Paco- esa mujer que un día era tan seductora y atractiva y con el tiempo, cuando ya ha conseguido lo que quería , se ha convertido en una bruja.

 

-¿Sabéis cuál es la diferencia entre una muchacha hermosa y una bruja arpía? –pregunta Olague- ¡dos años de convivencia! Ja, ja, Ja  (todos reímos con gran alborozo, excepto nuestra amiga)

 

-Eso es una chorrada,- exclama indignada nuestra amiga- yo, cuando llego a casa, me pongo el chándal para estar cómoda y no creo ser ninguna bruja. Además, seguro que también existe el hombre del chándal”

 

-Creo que el chándal en sí , y lo de ser hombre o mujer es lo de menos –interviene Juanjo-. Es una metáfora o una alegoría sobre el ocaso del erotismo y el amor, y el triunfo de la rutina y el aburrimiento.

 

Pues yo conozco una pareja que llevan 30 años casados y todavía se hacen el amor cuando se encuentran en el pasillo –insiste Olague- Se dicen el uno a otro ¡jódete!, ¡jódete!. Ja, Ja, Ja, (todos volvemos a reír con gran alborozo, incluso nuestra amiga)

 

Este es el típico tópico –opina Javier- pero muchas veces me he preguntado por qué nos cansamos tan pronto de nuestras relaciones, incluso las puramente sexuales. Si no sabemos cultivar y conservar el disfrute erótico, para el que estamos genéticamente programados, ¿cómo podemos esperar que perdure el amor, que es  algo mucho más difícil?.

 

Como decía Groucho –apunta Xavi , especialista, entre otras cosas, en citas de Groucho Marx- algunas personas por el mero hecho de existir se creen con derecho a ser felices. Para no caer en el aburrimiento y disfrutar de cualquier actividad, desde las artísticas, como tocar la guitarra, a las sexuales y eróticas hacen falta esfuerzo y metas cada vez más exigentes. Hay que invertir mucho tiempo y energía psicológica en ellas.

 

-Yo no tengo muchas metas y objetivos en el tema afectivo-sexual, -dice Sergi- pero por lo menos sé lo que no quiero. Y se pone a canturrear aquella canción de Sabina : “yo no quiero un amor civilizado...”

 

-¿Y tú que opinas, Palom? –me interpela Paco

 

-No sé si es correcto o no, pero me gusta la forma de pensar de Sergi . El prerrequisito para saber lo que quieres es saber lo que no quieres. No hay mayor fracaso que proponerse un objetivo, esforzarte mucho en conseguirlo, y luego darte cuenta que eso no es lo que querías. Y lo que yo no quiero es ser el capullo miserable que convive con la mujer del chándal.

 

A lo lejos se oye una voz familiar  que grita “!Dame tu fuerza Pegaso!”, y a continuación un estruendoso pedo.

 

-Dedicado en exclusiva a la mujer del chándal y al capullo que convive con ella -dice la misma voz familiar. Ja, Ja, Ja  (todos reímos con gran alborozo, incluso Albert que ya ha terminado de cantar)

Jorge Palom
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