Jorge Palom

Vuestros poemas y textos

Lo más nuevo
Drucker para todos los días
Benjamin Zander: Con los ojos brillantes
Remember the king (homenaje a Elvis Presley)
Una conversación solamente (con Rubianes y Buenafuente)
Twine (la web inteligente para gente inteligente)
Without a worry in the world
Lágrima
The Road Not Taken (R. Frost)
The Laughing Heart (Charles Bukowsky)
The Last Rose of Summer (Thomas Moore)
El artista autista ( Oliver Sacks)
Jesus Lizano
Carta de una desconocida (Stefan Zweig)
Los Cava Bengal (el trío de Tito Cava)
La noche de los feos (Mario Benedetti)
contacto
Jorge Palom en Myspace
Soñando caminos (Antonio Machado)
Crossroads (Don McLean)
Lo feo (Teresita Fernandez)
Los motivos del lobo (Ruben Darío)
Vincent (homenaje de Don McLean a Van gogh)
Concierto benéfico en Luz de gas
Tapia de Casariego
El adiós del principito (Antoine de Saint- exupèry)
De noche (Hermann Hesse)
La saeta (Serrat y camarón)
Sense dormir (Albert Fibla)
Cyrano de Bergerac (escena final)
Neshika
Una filosofía sencilla de la felicidad
Facundo Cabral en España
la devoción de un amigo
Yo no lo sé de cierto (Jaime Sabines)
Rostro de vos
La muerte como consejera Viaje a ixtlán, Carlos Castaneda)
Vincent (por Tim Burton)
Bibliografía Peter Drucker
La"Biblia" del Management (Peter Drucker)

Y la luz encuentra la luz

 

Remonta el cielo caído a la espesura de los astros.
Nada hay que temer. Todo es reencarnación.
La rama en flor quebrada yace en ti
como mi sangre y mi grito por tus venas.


Ella y él, eran almas gemelas. El uno había nacido para el otro. Ella era hermosa y triste, sus cabellos negros y rizados encontraban un raro equilibrio con sus ojos intensamente azules y los copos de su piel huidiza, asentada. El había sido alegre, feliz. Recordaba a un padre cándido que lo llevaba en hombros por toda la ciudad. Corrían descalzos como dos hermanitos bajo la lluvia y cruzaban charcos y cercas enormes. Nunca sintió miedo, y volaba con su papá hermano, con su papá amigo, con su papá que ya no vería. Ahora, también, la tristeza anidaba en su barba recién rasurada, entre sus libros, entre las manos que gritaban por aquellas otras callosas y seguras. Era pequeño y endeble, pero detrás de unos gruesos espejuelos se descubría un alma como un árbol, robusta y húmeda, queriendo dar de su sombra, de sus frutos a todos. Los dos vivían en la misma ciudad, en el mismo barrio, en el mismo edificio, las puertas de sus hogares casi estaban hechas con idénticas tablas. Pero cuando uno regresaba, el otro partía, cuando uno miraba las estrellas, el otro observaba las figuras que el polvo formaba en las aceras. 


          El escribía bellos versos que nadie comprendía. Ella apretaba sobre su corazón toda la miel del mundo y nadie la bebía. Los padres de ella aullaban sin cesar, leían viejos periódicos, hablaban de alejarla al extranjero, o miraban impasibles como se agigantaban las manchas de agua en las paredes sin pintura: ella se drogaba o se masturbaba oyendo a Morrison mientras todo se aventuraba sin remedio. La madre de él acariciaba al nuevo amante con una ternura insospechable, la madre repartía a manos llena su ternura a un extraño y él se moría por apenas una pizca de ese mismo calor. Ambos querían salvarse, se buscaban como dos posesos, ambos se soñaban noche y día. Escribían sus nombres en los muros más rugosos y dejaban un espacio para el otro, pero siempre la lluvia, el polvo o algún extraño, torcía las sílabas, las invertía o las borraba. Entre ellos palpitaba una estrella, tan solo ya la gota de agua de una estrella, el agua que cabría en una estrella.


          Los dos se apresuraban por la común esquina, acariciaban las verjas oxidadas, las enredaderas verdecidas. Al rozar la huella aún tibia del imposible los vestía un cálido temblor. Los dos escaseaban de los mismos amigos, lo insondable de la noche se miraba en sus ojos. Se alimentaban de una música que nacía en los inciertos umbrales, en las escaleras encorvadas del alma. Ambos querían salvarse. Como la espuma y la roca, se presentían. Habían olido el perfume del otro impregnando los espacios por donde velozmente corría el alma, desorientada. Eran tan jóvenes, casi niños. En un último intento por encontrarse, los dos se deslizaron bajo las piedras. El salto en el vacío fue el encuentro. Ya en el postrer impulso lograron asirse las manos, sentir bien cerca el perfume tan soñado, besar los labios. 


          En un instante quisieron volver atrás, empezar de nuevo, e intuyeron que la vida aun con sus aguas abisales, con sus monstruos cegados por el hambre, con las vigas tiradas al fondo de los ojos, podría ser realmente hermosa. Pero no habría regreso. Una vez más, Dios fue misericordioso. Mientras caían sobre el negro, recalentado asfalto y el crujir del sufrimiento entrelazaba la carne y los cabellos; mientras se confundía hasta hacerse una la sangre y la saliva, el sol y la mirada, ambos sintieron, transidos por una nueva luz, que se estaban salvando.



 

Jorge Palom
palomtwine.jpg
perfil en twine.com


Mira mi libro de visitas
Firma mi libro de visitas

Estadisticas y contadores
                                    web gratis
cursos
Cursos y Masters

La web de Jorge Palom; música en vivo, humor y poesía todas las noches en Barcelona