Algunas
veces, cuando no hacemos mucho caso de los cantantes en el Mediterráneo no es porque canten mal o porque no nos gusten las
canciones que interpretan, es que estamos inmersos en conversaciones apasionantes y de gran contenido intelectual y filosófico
como la que transcribo a continuación.
-El
chándal es la prenda de vestir asexual por excelencia –dice Paco- una falta de buen gusto y sensibilidad, y un atropello
al erotismo. Especialmente perversa es la mujer de chándal, que lo lleva puesto en todo momento, y no precisamente para hacer
deporte.
-¿Dé
que habláis? –nos interrumpe una amiga que se apunta espontáneamente a la tertulia- De la mujer de chándal- prosigue
Paco- esa mujer que un día era tan seductora y atractiva y con el tiempo, cuando ya ha conseguido lo que quería , se ha convertido
en una bruja.
-¿Sabéis
cuál es la diferencia entre una muchacha hermosa y una bruja arpía? –pregunta Olague- ¡dos años de convivencia! Ja,
ja, Ja (todos reímos con gran alborozo, excepto nuestra amiga)
-Eso
es una chorrada,- exclama indignada nuestra amiga- yo, cuando llego a casa, me pongo el chándal para estar cómoda y no creo
ser ninguna bruja. Además, seguro que también existe el hombre del chándal”
-Creo
que el chándal en sí , y lo de ser hombre o mujer es lo de menos –interviene Juanjo-. Es una metáfora o una alegoría
sobre el ocaso del erotismo y el amor, y el triunfo de la rutina y el aburrimiento.
Pues
yo conozco una pareja que llevan 30 años casados y todavía se hacen el amor cuando se encuentran en el pasillo –insiste
Olague- Se dicen el uno a otro ¡jódete!, ¡jódete!. Ja, Ja, Ja, (todos volvemos a reír con gran alborozo, incluso nuestra amiga)
Este
es el típico tópico –opina Javier- pero muchas veces me he preguntado por qué nos cansamos tan pronto de nuestras relaciones,
incluso las puramente sexuales. Si no sabemos cultivar y conservar el disfrute erótico, para el que estamos genéticamente
programados, ¿cómo podemos esperar que perdure el amor, que es algo mucho más
difícil?.
Como
decía Groucho –apunta Xavi , especialista, entre otras cosas, en citas de Groucho Marx- algunas personas por el mero
hecho de existir se creen con derecho a ser felices. Para no caer en el aburrimiento y disfrutar de cualquier actividad, desde
las artísticas, como tocar la guitarra, a las sexuales y eróticas hacen falta esfuerzo y metas cada vez más exigentes. Hay
que invertir mucho tiempo y energía psicológica en ellas.
-Yo
no tengo muchas metas y objetivos en el tema afectivo-sexual, -dice Sergi- pero por lo menos sé lo que no quiero. Y se pone
a canturrear aquella canción de Sabina : “yo no quiero un amor civilizado...”
-¿Y
tú que opinas, Palom? –me interpela Paco
-No
sé si es correcto o no, pero me gusta la forma de pensar de Sergi . El prerrequisito para saber lo que quieres es saber lo
que no quieres. No hay mayor fracaso que proponerse un objetivo, esforzarte mucho en conseguirlo, y luego darte cuenta que
eso no es lo que querías. Y lo que yo no quiero es ser el capullo miserable que convive con la mujer del chándal.
A
lo lejos se oye una voz familiar que grita “!Dame tu fuerza Pegaso!”,
y a continuación un estruendoso pedo.
-Dedicado
en exclusiva a la mujer del chándal y al capullo que convive con ella -dice la misma voz familiar. Ja, Ja, Ja (todos reímos con gran alborozo, incluso Albert que ya ha terminado de cantar)