Reflexiones trasnochadas |
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despierto en la oscuridad |
Durante los últimos veinte años, no ha habido un solo día de mi
vida en que Peter Drucker no haya estado presente, como protagonista, como inspiración, o como referencia, en mi trabajo diario,
en mis conversaciones con las personas que amo, en mis lecturas, en los momentos felices, en los de angustia y desesperación,
y también en mis bromas, muchas de ellas inspiradas en sus geniales frases y ocurrencias- "el humor y la ironía son la cualidades
más elevadas de la inteligencia, y yo soy un viejo comicastro" o en sus sabios y divertidos consejos "cultiva tus excentricidades
mientras eres joven, así cuando envejezcas nadie dirá que chocheas". Hasta en mis sueños he hablado con él casi todas las
noches,- lo seguiré haciendo ahora más que nunca- y conversamos sobre arte, filosofía, literatura, o cualquier otro tema,
mientras paseamos por una playa, en Asturias, en Cadaqués, o cerca de su casa en Claremont, California.
Todos -y no
sólo los directivos de empresas y organizaciones, sino cualquier persona responsable en esta sociedad del conocimiento- tenemos
todavía muchas cosas por aprender de Peter Drucker: su talento para pensar, a la vez, de modo conceptual y perceptivo, su
profundo rigor intelectual, su capacidad de innovación, su luminosa sencillez al hablar y al escribir (leerle y escucharle
era un placer porque te hacía sentir inteligente, aunque no lo fueras demasiado), su arrojo para ser impopular sin temor a
los tiranos o al desprecio de los mediocres, los falsos intelectuales y los académicos pretenciosos. Y por encima de todo,
algo que no se puede enseñar, si no es con el ejemplo que nos dejó, el testimonio de un humanista sincero, con un comprometido
sentido de la ética, de la libertad y de la responsabilidad individual, apasionado por todas las cosas, y con una fe inquebrantable
en el significado de la vida.
Esta fe en la diversidad y el pluralismo y en la singularidad de cada persona alienta
en el transfondo de toda su obra, desde su primer libro "The End of Economic Man" (1939) hasta el último que se publicará
de forma póstuma. Todos sus libros, ensayos y artículos, ya traten de filosofía, política, o historia, del orden social y
de las intituciones sociales, de Management, de tecnología o de economía constituyen una lucha inteligente y tenaz contra
el totalitarismo, la centralización, la uniformidad y la conformidad, una defensa contra los "Procustos" que quieren que todos
seamos iguales, pensemos igual, hablemos, escribamos, pintemos, o cantemos lo mismo, para tenernos controlados desde una instancia
central -los nazis lo llamaban "caminar por el mismo surco" (gleichgeschaltet). El percibió claramente que la única salvaguarda
contra la tiranía y el horror -que él mismo sufrió en su vida- era una sociedad de organizaciones (empresariales, y no empresariales,
como escuelas, hospitales, ONGS) con poder descentralizado, y cada cual con distintos valores y personalidades, en las que
el individuo pudiera aportar su talento y crear su comunidad. Y dedicó toda su vida y todos sus conocimientos de todas las
áreas del saber (de una forma ecléctica, pero genial) a la tarea de estudiar las organizaciones humanas y dotarles de los
conceptos y herramientas para funcionar de forma integradora, eficaz, innovadora y en libertad.
El conjunto de la
obra de Drucker es una sinfonía en prosa - muy bella, por cierto- por un mundo más justo y más libre
Peter Drucker,
tal vez será recordado por el mundo como el padre del Management moderno, el hombre que elevó esta disciplina a la categoría
de "arte liberal", pero yo, y algunos más, lo recordaremos como se definía él mismo, un "ecologista social", el inventor de
una disciplina y una metodología para analizar los cambios económicos, tecnológicos o sociales y encontrar en ellos oportunidades
para innovar con eficacia. Este es, en mi opinión, el legado de Drucker, el “Byestander”, el testigo, el observador
que sabe percibir las cosas que nadie más ve, y que las ve de manera distinta, y a través de la reflexión encuentra oportunidades
para la acción eficaz.
Todos sus amigos, colaboradores y seguidores hubiéramos querido, egoístamente, acompañarlo
un trecho más largo en su camino,pero ahora no nos queda más remedio que continuar sin él, porque 96 años de vida, observando,
pensando, estudiando, aprendiendo, enseñando, y trabajando -veinte años por delante de todo el mundo y casi siempre contra
corriente-deben ser una tarea agotadora, más allá de la naturaleza incansable del más trabajador, apasionado e innovador de
los mortales.
Guardaré en mi memoria, como un tesoro, cada instante, cada gesto, y cada palabra que Peter me ha dedicado,
pero muy especialmente algunas conversaciones sobre temas íntimos y personales, en unos momentos de mi vida en los que me
sentía más perdido que ahora, si cabe...(y siempre cabe). Su amabilidad, su comprensión, su cortesía, su prudencia, su habilidad
de escuchar sin juzgar, y opinar sin herir, su franqueza, su amorosa compañía en el dolor, en el silencio, han sido y serán
un bálsamo para mi corazón y un faro de luminosa esperanza para mi alma.
Gracias, Profesor Drucker, maestro, por todas
las cosas hermosas que por ti he aprendido, por las que áun me quedan por aprender, y por el credo de vida y fe que, con tu
ejemplo, me enseñaste. Y hasta siempre, Peter, amigo.
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